La recuperación pospandemia no trajo la estabilidad esperada. Factores como los cambios geopolíticos, la escasez de talento y materiales, y la creciente crisis climática continúan redefiniendo las cadenas de suministro globales.

Ante esta realidad, muchas empresas están aplicando una estrategia conocida como “China+1”, buscando nuevos centros de producción y abastecimiento en regiones emergentes para diversificar riesgos, ganar resiliencia y acercarse a los mercados clave.

India, por ejemplo, ha transformado su infraestructura logística con inversiones masivas en puertos, carreteras y plataformas digitales que impulsan su competitividad. En el Golfo, los Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita avanzan con políticas de liberalización comercial, infraestructura multimodal y tecnología para posicionarse como nodos logísticos globales.

En el sudeste asiático, Vietnam, Malasia, Tailandia e Indonesia se consolidan como nuevas alternativas, impulsadas por políticas industriales que priorizan la digitalización, la eficiencia energética y la industria 4.0. Finalmente, México emerge como una de las opciones más estratégicas, gracias a su proximidad con Estados Unidos, su base manufacturera consolidada y los beneficios del T-MEC.

La diversificación geográfica no es solo una tendencia: es una respuesta estructural a la volatilidad global. En este nuevo escenario, los líderes logísticos deben equilibrar costos, resiliencia y sostenibilidad, analizando continuamente los riesgos y las oportunidades de su red de suministro.

La pregunta ya no es si conviene diversificar, sino qué tan preparada está tu organización para operar en una red global más dinámica y descentralizada.